viernes, 16 de mayo de 2014

62. ¿Funcionan los tests de intolerancia alimentaria?


Pretenden detectar el daño que causa un producto, pero no cuentan con el beneplácito de la comunidad científica. ROSA CUEVAS

Algunos consejos

- Si se sospecha una reacción adversa intolerante o alérgica, acudir a un alergólogo.
- Si se acude a un nutricionista o dietista, cerciorarse de que esté titulado.
- Si ya se ha realizado un test de intolerancia alimentaria, acudir a un especialista en alergología para que compruebe su validez.
- El diagnóstico de la alergia o la intolerancia alimentaria se basa en una adecuada historia clínica y pruebas complementarias que dependen de cada persona.
- Las pruebas de las alergias alimentarias son fiables, seguras y económicas y ahora no existe ningún otro método alternativo.

Las intolerancias alimentarias son cada vez más comunes en las sociedades desarrolladas, por eso en los últimos años han proliferado los tests para diagnosticarlas, estudios que alimentan la esperanza de curación de los afectados. Pero estas pruebas, a la caza y captura de los alimentos perjudiciales, aún no tienen validez científica.

Las intolerancias y alergias alimentarias se han extendido en las sociedades desarrolladas. Hasta el 8% de los niños y entre el 3% y el 4% de los adultos padecen alguna alergia alimentaria. Se calcula que el 20% de la población ha registrado alguna vez en su vida una reacción alérgica al consumir un alimento, aunque también se incluyen las intoxicaciones alimentarias por el consumo puntual de un alimento como, por ejemplo, las ostras.

Hablar de intolerancia alimentaria es referirse a un cajón de sastre, puesto que esta nomenclatura comprende conceptos muy distintos:
- La hipersensibilidad no alérgica, que tiene causas digestivas o metabólicas, como sucede con las intolerancias a la lactosa o la fructosa. Se produce por un déficit enzimático que dificulta la digestión de estos azúcares.
- La hipersensiblidad alérgica a los alimentos, como consecuencia de la reacción del sistema inmunológico. Y en este punto hay dos variantes. En una modalidad, se engloban alergias no mediadas por los anticuerpos IgE (Inmunoglobulina E), que se producen por mecanismos distintos a las alergias clásicas. Por error, incluso de los propios médicos se denominan intolerancias, como la enteropatía a las proteínas de la leche de vaca y la celiaquía o intolerancia permanente al gluten. En la otra modalidad, se incluyen las alergias clásicas, mediadas por IgE, que aparecen tras consumir un alimento, como la leche y los huevos (típica en niños), los frutos secos, el marisco y ciertas frutas o pescados.

Asignatura pendiente
Los síntomas de las intolerancias alimentarias son digestivos y variados: diarreas crónicas, vómitos, dolor abdominal, sangre y moco en las heces, y retraso de crecimiento en niños. Además, son difíciles de demostrar porque pueden manifestarse tres días después de ingerir el alimento. Estos síntomas contrastan con los de las alergias clásicas, que consisten en una reacción orgánica inmediata y exagerada tras ingerir un alimento, como la dermatitis, urticaria local y generalizada, edemas (hinchazón en párpados y labios), estornudos, broncoespasmos y anafilaxia que puede ser leve, moderada o grave e, incluso, conducir a la muerte por shock anafiláctico en pocos minutos.

Las intolerancias alimentarias se diagnostican mediante la historia clínica del paciente, confirmando que tras retirar de la dieta el alimento sospechoso los síntomas desaparecen y, al reintroducírselo un tiempo después, reaparecen. Sin embargo, para diagnosticar alergias alimentarias se realiza una provocación oral a doble ciego y controlada con placebo en los hospitales.

La inexistencia de una prueba sencilla para intolerancias y alergias no IgE mediadas, salvo para la celiaquía, ha favorecido que surjan tests para diagnosticarlas que, además, prometen resolver migrañas, artritis, sobrepeso, problemas respiratorios, gastrointestinales o la fatiga crónica, con una dieta que se personaliza según los resultados. Pero aún no tienen el beneplácito de la comunidad científica por varias razones:
- No hay estudios sobre su validez.
- Testean una batería de muchos alimentos y dan como resultado alergias a múltiples alimentos.
- Sus resultados no son reproducibles, pues varían en un mismo paciente cada vez.
- Recomiendan dietas restrictivas y desequilibradas al eliminar amplios grupos de alimentos básicos, por lo que no son válidas para adelgazar y, sobre todo en niños, pueden causar déficits nutricionales.
- Estas dietas son contraproducentes en personas predispuestas genéticamente a las alergias porque, al eliminar el alimento problemático y reintroducirlo luego, pueden provocar el efecto contrario al pretendido: una alergia.
- Tienen un precio alto, de entre 300 y 600 euros.

Los expertos españoles
La Sociedad Española de Alergología e Inmunología Clínica (SEIAC) ha colgado un documento en su web en el que cuestiona los tests de intolerancia alimentaria "in vitro" (en el laboratorio) y los enumera:
- El ALCAT Test, que analiza la reacción de los leucocitos frente a cien alimentos y veinte aditivos.
- El Test Novo Inmogenics se centra en pruebas citotóxicas que se realizan a partir de un análisis de sangre.
- Los tests que miden la reacción de anticuerpos específicos, incluida la inmunoglobulina IgG4, solo indican que el organismo reconoce el alimento con el que ha tenido más contacto.
- La cinesiología aplicada, que consiste en sujetar una botella de cristal con alérgenos y relaciona la pérdida de fuerza muscular con la intolerancia alimentaria.
- Provocación y neutralización subcutánea y sublingual y Test de DRIA. Ambos test suministran extractos de los alérgenos por vía sublingual (en el primer caso también subcutánea) y miden la pérdida de fuerza muscular posterior.
- Biorresonancia, parte de la creencia de que el organismo humano emite ondas electromagnéticas buenas y malas.
- La electroacupuntura mide la actividad eléctrica, en concreto la caída de la corriente en determinados puntos, para detectar intolerancias alimentarias.

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